Desvaríos:
Relato.
No era la primera vez, que a altas hora de la madrugada paseaba por la playa, pero esa vez era distinta a todas las demás. Oteaba al horizonte y me quedaba pensativo, en ocasiones alzaba la vista y podía observar las estrellas, eran realmente magnificas. Sabia que algo tan hermoso no podría ser para mi, y que me tendría que conformar con la normalidad de las conchas que encontraba a mis pies. Hasta que algo mágico ocurrió.
Una de esas estrellas comenzó a caer del espacio infinito, cada vez se acercaba mas a mi, y parpadeaba de una forma muy irregular, de repente, comienzo a escuchar un silbido, cada vez mas cerca, hasta que al final la estrella cayó a mis pies.
La recogí sin miedo alguno, y pude contemplar como su brillo era muy turbio. La aferre contra mi torso sintiendo una enorme pena en mí, pero al hacerlo ella recobro algo de su destello. Arranque mi corazón y se lo acerque, ella comenzó a comérselo de una forma muy embravecida, cada vez que daba un bocado su resplandor aumentaba.
Cuando acabó de dar el último mordisco, me miro y sonrió, la aprisione contra mi con mas fuerza y pude comprender el sentido de la verdadera felicidad. No podía creer que algo tan esplendido podría ocurrirme, ¿una estrella abrazada a mí? Me sentía el más afortunado del planeta.
Al poco rato la estrella dejo de sonreír, comenzó a toser y vomito mi corazón sobre la arena, me miro por última vez, suspiro, y de un fogonazo, volvió a subir al cielo. Al bajar la vista, vi como lo que quedaba de mi corazón, comenzaba a volverse oscuro, y se derretía hasta fundirse por completo.
Apenado emprendí el retorno a mi casa, mientras observaba a las conchas con desprecio.
Durante 8 lunas volvía a la playa para observar a mi estrella, la percibía como ausente e indiferente. A la octava noche, me alegre al presenciar que ella estaba feliz, y correteaba entre otras estrellas, jugaba y reía, por otra parte, yo tenia una sensación de pesar dentro de mi, es como si ella no recordara nada.
Me gire para irme cuando advertí la presencia de un hombre bien vestido que miraba hacia el cielo, su traje era azul marino y llevaba una corbata del mismo color, repare en que mi estrella comenzó a sonreírle, y fue cuando me di cuenta que da igual a donde mirase, puedo mirar al cielo y ver un imposible, puedo mirar al suelo y ver lo accesible, puedo mirar al frente y ver lo que se me cruzara a pocos metros, o directamente puedo cerrar los ojos, y no ver nada.
Hagáis lo que hagáis, no parpadeéis, eso seria intentar escoger, y por norma, es mejor aprender de lo malo y disfrutar de lo bueno.
Capítulo 8º
Quedadas y visitas.
Siempre que alguien realiza un gesto, o me da una respuesta sobre algo, aparecen menús en mi campo periférico, y dentro de estos, submenús, así desecho lo que la persona dice y me quedo con lo que piensa.
Subo unas escaleras, para luego bajarlas, transformo murmullos en palabras, saco conclusiones, y luego leo falacias.
1º Acto:
Se interpretan papeles delante de mí, cruzo los brazos y me preparo para el espectáculo. Una persona actúa de extra, inmiscuida sin quererlo en un fraude. El culpable llena su bolsa de pruebas volátiles, estupefacto por ello, prescindo de mi necesidad de derrocar embustes.
2º Acto:
Deshago los últimos procesos y conjeturas de mi mente, a ver si en alguno erré, pero no veo equívoco alguno.
Vuelvo a las paredes amarillentas y me siento.
3º Acto:
Recostado sin encontrar postura tranquila, me pongo a eliminar pestañas inservibles, y me voy quedando con menos a cada minuto que pasa, hasta que al fin, logro quedarme con una muy curiosa. Comienzo a sonreír al ver como la pestaña parpadea y comienza a cambiar los caracteres para terminar formándose una frase:
“Selección natural”.
El relato, sencillamente magnífico.
ResponderEliminarGracias compañero, me alegro que te guste.
ResponderEliminarlas estrellas brillan solo cuando las reconocemos entre las demas.
ResponderEliminarsigo...
Ahí debo darte la razón.
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