miércoles, 31 de agosto de 2011

11 - El reverso de la medalla

Desvaríos:

Nos hemos dejado arrastrar por el pensamiento masivo.
Es bueno que usted se quiera, pero también que lo quieran a usted.
¿Pero, por qué? ¿Es más importante lo que piensen los demás que lo que piense usted? ¿El amor de los demás es más lícito, más valido que el suyo propio?

Nos cohibimos en declaraciones cuando no debemos hacerlo, por el contrario ensalzamos comentarios por capricho.
¿Pero, por qué? ¿Cuántas veces ha dejado de hacer lo correcto, para hacer lo que los demás esperan? ¿Por qué proceder con franqueza, si se puede proceder con aprobación?

Algunos, nos acercamos al fuego de la autosatisfacción, que nos brinda tranquilidad. La caridad reconforta al corazón. No hablo de dinero, hablo de tiempo, de confianza y de palabras. Hablo de la dedicación hacia los injustos, hacia los que no deben nada.
¿Pero por qué? Porque querido amigo, porque querida amiga, el individuo, ha dejado de existir.

Recuerdos:

Mientras mi carnosa mano, sostiene mi aquejada alma, el dedo índice se dedica a abrir correos electrónicos. La mayoría para ofertar cursos de idiomas, directorios de blogs, o alargadores de pene. Necesito las tres cosas, pero no son prioritarias.
Leo un correo de mi amigo Federico, cuyo título es “La asombrosa simplificación del ser”. A grosso modo, se podría considerar un desglose del “Mens sana in corpore sano”. En este si estoy de acuerdo del todo.

Lamentablemente nos encanta etiquetarlo todo. Nos repugna hacerlo, pero ese sentimiento viene dado por el individuo.

Diario

Jueves

Esperando que se suceda el tiempo, como siempre suelo esperar a que se suceda algo. Imparable.
Muchas veces me he odiado por tener esa sensación de estirarlo todo. Si algo es bueno… ¿mejor que dure no?
Llevaba poco rato esperando cuando llegó. Es más, aún no había pedido la consumición. Tiene un rostro hermoso, con las facciones marcadas, líneas básicas bien trazadas, sutiles los cambios de curvas a rectas, y un magnifico gusto en la ropa que vestía.
Hacía tiempo que nadie hablaba conmigo más de una hora sobre literatura, realmente unos momentos deliciosos. Creo recordar que no le gustaba Pio Baroja, pero ganó puntos al comentar obras de Oscar Wilde.
Admito que sentía curiosidad,  el diálogo era demasiado formal, pero eso no fue un inconveniente para degustarlo.
Menos mal que también fumaba. Cuando salimos a la calle, estaba lloviendo. Para ser Agosto, las gotas tenían una temperatura casi gélida. No lo dude demasiado cuando me ofreció ir a su casa a fumar tranquilamente y tomar un café.

En su casa, la soltura de gestos entró en escena. Confesiones, comentarios, bromas, pero ningún guiño.
No le gustaba el vino, pero me invitó a un Rioja. Es cierto que el gusto por el vino, no viene dado, hay que buscarlo. Hay que notar esa consonancia de sabores, hay que disfrutar de la amargura de esas pequeñas frutas moradas. Oler el roble, y viajar entre los años de la antigua cosecha.
Al final pareció gustarle. Una conversación de más de 6 horas.

Los movimientos parecían tímidos al comienzo, pero cambiaron a medida que los besos se sucedían, para convertirse en algo más salvaje, más coherente, más sublime. Las luces de las velas jugaban con nuestras sombras, cuando del roce de piel contra piel, emanó el vapor del deseo.

Viernes

No me acuerdo de la última vez que me di el capricho de cenar fuera.
Esta vez era distinta, estaba acompañado. Deliciosa comida, y exquisita compañía. Unos paseos aderezados por conversaciones triviales, pero de buen gusto. Unos cafés dulces, envueltos en momentos honestos.
Luego de estas incongruencias verbales que me atrevo a escribir, nos dispusimos a ver una película en su casa.
Por poco había olvidado esas alucinaciones que me echan una mano de vez en cuando… pero resurgieron, vaya si lo hicieron.

Es cierto que después de la última noche, esperaba algo más de cariño, y asumo que esperar algo de los demás es inútil. Yo concedí dos besos, antes de la cena, y antes de comenzar el visionado de cierto film que evoca las antiguas películas sobre el paso a la madurez.

- ¿No me vas a dar un beso?
- Después – asintió mientras se colocaba perfectamente su camiseta.

Apertura de cuadro de diálogo.  Centelleo de dianas sobre rostro. Anotaciones anexas.
Comentarios posibles:
1 – No vine aquí para ver la película. ¿Problema? Es mentira, si que fui allí para ver la película.
2 – Bueno, eso esperemos – mientras forzaba una sonrisa diabólica-. ¿Problema? Realmente no estaba tan ansioso.
Comentario efectuado: Un silencio incómodo.

Anotaciones anexas:
info.: Ojos bien abiertos. Sonrisa sincera. Confirmación que viene dada por su asentir de cabeza.
Conclusión: Espero que en poco más de hora y media, los cuerpos sean consecuentes con las almas.

A medida que avanzaba el metraje, se producían comentarios lógicos; cómicos, sutiles, afortunados. Aunque venían acompañados de bostezos.
Emergen dianas. Surgen anotaciones anexas.
info.: Bostezos que se suceden con un intervalo demasiado inconexo. Brillo en los ojos que no denotan un sueño extremo, ni siquiera palpable. Se viste el pijama…
Conclusión: Preparando el terreno para la negativa.

Recuerdo la noche del jueves. Se ha sustituido la grasa, pero por músculo, si no por piel. En ciertas posturas la piel llora debido a la gravedad. Reconozco que es muy desagradable.

No pude continuar a su lado. Estaba a punto de romperme, de desquebrajarme en mil pedazos, de crear añicos de un alma, que antes se sentía completa y serena.

¿Por qué siempre que estoy en paz, busco la felicidad? ¿De verdad que es tan importante?

Desaparece cuadro de diálogo, anotaciones anexas. Se desvanecen las dianas.

miércoles, 24 de agosto de 2011

10 - Los 7 pecados

Desvaríos:

He abierto una bebida refrescante, de esas que tienen cafeína y promocionan cualquier tipo de evento deportivo que pueda llamar la atención de los jóvenes.
La he acabado antes de empezar a escribir... La gula
Normalmente como lo justo y necesario. De cena suelo tomar un par de yogures y pechuga de pavo, o cualquier alimento que proporcione proteínas. Algunas veces a la hora de cenar, he cometido el error de ponerme a ver la televisión.
Cuando terminamos de comer, debemos concedernos algunos minutos, para que el estomago le diga al cerebro: “Si, ya estoy saciado”. Si no lo hacemos de esa forma, nos relamemos, y decimos: “Ahora mismo me tomaba un…” No nos damos tiempo a saber que estamos saciados.
Las veces en las que he cometido el error de ver la televisión cenando, es cuando me he atiborrado. Es ahí cuando te sientes escoria… La gula

Al no tener un cuerpo siquiera parecido a los que rezan los cánones de belleza actuales, te comparas con dichos cánones.
Observas a personas con cuerpos esbeltos, como plasmados sobre lienzo por algún artista del renacimiento. Es cuando te preguntas: ¿Por qué yo no soy así? Básicamente es la genética, la constitución de una persona, eso pesa mucho más que su alimentación, o la cantidad de calorías que gasta en el día a día. También es algo a tener en cuenta, pero la genética… contra esa perra poco se puede hacer. Se puede esculpir, moldear, pero son un ápice.
Los ves, ellos sonríen más que tú.
Los ves, ellos disfrutan más que tú.
Los ves, ellos son más felices que tú.
Ellos si, tu no… La envidia.

Todos atacamos a algunos defectos humanos, que para otros son virtudes.
Odio la falsedad, mas yo soy el más mentiroso.
Odio la vanidad, mas yo soy arrogante.
Odio a las personas que siempre están tristes, mas yo siento siempre melancolía.
He dejado de hacer cosas, por no malgastar… ¿Por no malgastar? O… ¿Quizá sea un tacaño?
Tengo la enorme suerte de poder decir que si, a ciertos planes, a ciertas invitaciones… Con el dinero de premios me daba más que suficiente. Podía haber comprado la videocámara para grabar el “Expotaku” de A Coruña, y también “O Marisquiño”, evento que se organiza en mi ciudad. Pero eso sería malgastar. Ahora podía estar en Barcelona, o en Granada, o en Madrid. Podría haberme ido de fin de semana con un amigo. Pero me sienta bien tener el dinero ahí guardado, no para gastarlo con los demás, sino para guardarlo, para mí… La avaricia.

Estos meses de inactividad en el mundo de blogs, me ha valido para intentar tener una vida social, minimamente decente. ¿Cómo me ha ido? Si, ha acertado, de culo cuesta abajo y sin frenos.
Hoy por hoy, tengo el blog, tengo el gimnasio, tengo el Wu Shu, y el Wolfenstein: Enemy Territory, un juego belicoso, donde matas nazis, o americanos. Me hace gracia que se pueda escoger al eje, o a los aliados, pero que la bandera de los aliados sea la yanqui. ¿Y los ingleses, franceses o escoceses? Por decir algunos.
Lo del gimnasio bien. Todo el mundo me dice que estoy más delgado… Sinceramente, voy dos horas y media, seis días a la semana, porque tampoco tengo otra cosa que hacer. No voy por estética.
No me agrada que me digan que me está sentando bien el gimnasio. Siento que estoy un pelín por encima de esos estereotipos de hormonados… La Soberbia.
Apetencia por ir tengo siempre, ya que el gimnasio siempre está ahí, la gente no siempre está ahí. A veces siento holgazanería para ver a alguien… La pereza.

Recuerdos:

Recuerdo más de 6 horas tumbado sobre la hierba fresca, tumbado junto a alguien. Recuerdo que esas horas fueron maravillosas. Recuerdo acostarme con alguien con la idea de llegar a algo más, pensando que esa persona también lo deseaba. Recuerdo darme cuenta, poco tiempo después, que esa persona viaja de cama en cama.
Recuerdo el sexo, y sexo del bueno. Recuerdo venderlo por una relación de 24 horas, volátil, efímera, que deja un charco maloliente en el suelo.

Recuerdo como el mundo desaparece después de verme desnudo. Quizás no espere el tiempo suficiente para venderme, la dependencia me hace frágil, pero la carne es débil… La Lujuria.

Diario

Martes 23 de Agosto de 2011

Nunca me había sido tan reposado el hacer flexiones de dedos. Nunca había realizado 100 patadas en 1 minuto. Cuando abandone el tatami chorreaba sudor y sosiego. No se de donde había sacado esa fuerza y resistencia…

Miércoles 24 de Agosto de 2011

He estado en el gimnasio 3 horas 14 minutos. Segrego casi tanto líquido por los poros de mi piel, como por mis malditos ojos. Focalizar la furia reconforta, pero es furia al fin y al cabo… La ira.

Me miro al espejo y no me reconozco, no sé si no soy yo, o ahora soy realmente yo.