domingo, 12 de diciembre de 2010

Capítulo 37 - Pelea

Desvaríos:

Hay dos clases de hombres. Los que lloran, y los que lloran a solas.

Llorar no va reñido con la valentía, y ni siquiera con la dureza.

Hace muchos años… En este mismo lugar…

Yo era el típico bufón, el payaso de clase. Cuando preguntó la profesora de ética: ¿Qué es la fe? Yo respondí: Profe, no es por nada, pero la fe es una agencia de seguros.

Lo que más me llenaba, era oír la carcajada de alguien, y que fuera gracias a mí. No me importaba si se reía conmigo, o si se reía de mi, no veía la diferencia.

Pero así no te toman en serio. Recuerdo a mi mejor amigo, que también era el que más se metía conmigo. Cuando no tenia nada que hacer, venia a mi casa a jugar a la nintento, a merendar y a beber refrescos. En el colegio era distinto.

Se juntaba con otros, me llamaban gordo, tejido adiposo o TA, bola de sebo, seboso, cuatro ojos, lupas, bartolo… Odio los putos golpes que se dan en esta casa de mierda.

Los empujones eran constantes, las risas a la hora de hacer gimnasia. En clase había 4 tipos de personas: Los que se metían conmigo, los que les impulsaban a ello, los que les reían la gracia, y los que no les importaba.

Procuré dejar de ser amigo de Daniel, pero era el único que tenía. En 1º de E.G.B. no tenia amigos, en 2º tampoco, en 3º, 4º y 5º me hice amigo de Daniel, y ahora en 6º sigo siendo amigo de él, a pesar de que me hace sentirme mal. Pero es mejor eso a estar solo.

Sabía que otros niños pasaban por eso, pero ¿Qué fuera mi mejor amigo, mi peor enemigo?

Llegó incluso a juntarse con un niño al que llamábamos por su apellido, Pintos. Al estar los dos, quedaban conmigo para pegarme y reírse de mí fuera de la escuela. Así no tenían miedo de que alguien les viera.

Ahora recapitulo a esa tarde en clase de manualidades. Estábamos haciendo una catapulta, y la mía era un desastre, pero funcionaba.

Daniel se acercó a mí, y apoyando las manos en mi pupitre, puso su cara delante de la mía y empezó a insultarme, echarme la lengua, y darme cabezazos.

Fue la primera vez que tuve distorsión de la realidad. Su cabeza se hacia más grande, y su voz me sonaba cada vez más grave. El aula se movía hacia el fondo, pero la imagen de Daniel se acercaba. Empecé a sudar, y me cayó una lágrima. Notaba fuertes palpitaciones. Noté como mi ojo derecho comenzó a latir.

Apreté los dientes muy fuertemente con la boca cerrada y fruncí el ceño. Luego algo que no habría imaginado nunca que yo pudiera hacer.

Puse las manos debajo de la mesa, y de un sopetón la empuje hacia Daniel, haciéndole caer. Estando este en el suelo, camine enfurecido hacia él. Se levantó rápido del suelo y me dio un puñetazo en la mejilla izquierda. Mi cabeza no se movió en absoluto. En ese instante, eche el cráneo hacia atrás cogiendo impulso, y con todas mis fuerzas le di un cabezazo en la frente, le volví a tirar al suelo.

Mientras se levantaba con una cara furiosa, yo comencé a ver que las herramientas que estaban colgadas en las paredes de la clase, comenzaban a brillar, y que mis compañeros desaprecian volviéndose sombras, dejándonos a Daniel y a mi, solos.

Cuando se acercó otra vez a mi, me empujó contra la pared que estaba detrás de mí. Estaba totalmente cubierta de clavos, era para colgar las llaves inglesas y demás. Vino casi corriendo hacia mí, y cuando estaba bastante cerca, levanté mi pierna, y le golpee con el talón en la rodilla. Bajó un segundo la cabeza, y cuando la levanto otra vez le di un puñetazo en su pómulo izquierdo.

Se enfado aún más, se puso a llorar, e intentó empujarme, yo le agarré de los brazos e intercambie posiciones, así conseguí que el quedara contra la pared. Forcejeamos hasta que conseguir cubrir su cara con mi mano derecha. Lentamente iba arrimando su nuca contra la pared, y aproveché para acercarme a su oreja y decirle: Sigue llorando.

Me di cuenta de una cosa. Justo detrás de su nuca había un clavo. Él estaba intentado desprenderse de mí, pero no podía, y aprecié que yo no estaba usando todas mis fuerzas, que si quería podía dejarle clavado contra la pared.

Vertiginosamente quite mi mano de su cara, la puse detrás de su cabeza, y tire hacia mi con prisa, tanto que le volví a tirar al suelo.

- Daniel, déjalo, te puede.

Escuchando esto de su amigo Pintos, Daniel salió de clase.

No me volvió a ver a los ojos, y menos a decirme una palabra. Los más mayores me prestaban atención, algo que nunca había ocurrido. Me daban directrices de cómo pelear, pero yo no prestaba atención. Había perdido un amigo.

Nadie se volvió a meter conmigo, hasta que cambie de colegio claro.

Por culpa de la escoliosis, tuve que empezar en natación, y luego en el gimnasio, sobre todo por la maquina de remo, que es muy buena para la espalda, según me decían. Adelgacé un poco.

Normalmente tengo trabajos relacionados con el esfuerzo físico. Y suelo sudar mucho, dependiendo de la dureza de este. Las gafas se me resbalan. Me compré lentillas.

Pero sigo siendo el niño gordo bufón. Y sigo prefiriendo los golpes y la vejación, a la soledad.

Capítulo 37º

Viernes:

Tengo una infección en el dedo. El dedo corazón de la mano izquierda, justo en la uña. Tiene un pequeño punto blanco. Clavo un alfiler, para sacar el pus y hacer una cura improvisada, con algodón y agua oxigenada.

1º llamada:

- ¡Ey! ¡Buenas! Mira llamaba porque cuando te digo de quedar, siempre me dices que si, que te pegue un toque.

- ¡Ah! Pues este fin de semana me viene mal, si eso el martes –respondió-.

- Vale…

2º llamada:

- Buenas ¿Esta Carmen?

- ¿Carmen? Pues no, no está –respondieron-.

- Gracias, muy amable.

Me parecía raro, me tiene dicho que hace meses que ni sale de casa porque está en paro, y que tiene mucho tiempo libre. Bueno ya la llamaré mañana o al día siguiente.

Sábado:

He hecho 3 veces café, y 3 veces se me derramó la leche. Odio el puto descafeinado.

Domingo:

Llamé otra vez a Carmen, pero al 6º tono me colgó, supongo que pensará que soy un pesado. Estuve esperando a ver si llamaba ella, tremendo error.

Luego llamé a otra persona. Al 5º tono me colgó.

Mientras colgaba el teléfono, levanté la vista y me ví en el espejo. La persona reflejada allí abrió mucho los ojos y me dijo: Si lo que más valoras es el contacto humano, y lo que más odias y temes, es la soledad… Creo que algo estarás haciendo mal.

Mientras decía eso me dio tiempo a parpadear 2 veces, al concluir su frase parpadee una tercera vez, y volví a verme a mi mismo. Empecé a llorar como un niño, subí a mi habitación y me tumbe en cama.

- Yo siempre voy contigo, aunque no siempre puedas verme. Cuando realmente estás triste, aparezco y limpio tu alma, cuando realmente eres feliz, estoy ahí para compartirlo contigo. Sin embargo nadie quiere verme. Si piensan en mi, prefieren a mi hermana, la sonrisa.

Fdo. La lágrima.

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7 comentarios:

  1. Creo que estoy descubriendo a un gran ser humano escondido dentro de tu piel.
    Un abrazo

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  2. Gracias, necesitaba leer algo así. Gracias de verdad.

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  3. ¡Cómo me gustaría probar el fruto de los que muchos llaman compañía!.


    Mi carácter huraño, mi incapacidad para expresarle a alguien cualquier sentimiento, mi timidez extrema, hizo que yo viviera en una bola de cristal: aislada de todo el mundo. Encontré mi placebo en la internet, como bien sabes la red es un sublimador y canalizador de nuestra personalidad, asì pues desbordamos energìa, somos divertidos, amigables y juguetones,la mayor parte del tiempo "posteamos o chateamos" estupideces, pero eso es tan solo el producto de un inconsciente reprimido en estado de liberación.

    Mi alma ìngrima ha decidido quedarse escuchando durante un buen tiempo.

    Querido amigo, algunas personas estamos irremediablemente condenadas a recoger las lágrimas de los demás y hacerlas nuestras. Un abrazo grande.

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  4. Por internet todos podemos ser quienes queramos ser. El problema es "el mundo real" ahí se nos ve el plumero. Sólo nos acordamos de los demás cuando pueden hacer algo por nosotros. Un abrazo.

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  5. Mmmmmmm...

    Sólo te acuerdas de los demás cuando pueden hacer algo por ti?

    Mmmmm...

    Muxu bat

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  6. A veces hacer algo por alguien es simplemente dedicar tiempo o palabras.
    Besarkada bat.

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  7. Pués si, yo prefiero la sonrisa porque me sale sola, no la tengo que contener. La lágrima también sale sola y muchas veces la tengo que contener...

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